La sigilografía como ciencia histórica con carácter autónomo, auxiliar o dependiente, e íntimamente relacionada con la diplomática, el derecho, la historia del arte, la heráldica o la genealogía, es el estudio científico (crítico) de los sellos utilizados por el hombre a lo largo de los siglos como instrumento o medio adecuado para autorizar y validar la documentación pública (oficial) y aún la privada.
La sigilografía es disciplina arqueológica auxiliar de la historia.
Un sello se puede definir como la impronta obtenida sobre un soporte por la presión de una matriz con los signos distintivos de una persona física o jurídica para testimoniar la voluntad de intervención de su dueño. La matriz es el instrumento que se utiliza para sellar, lleva grabados en hueco los signos distintivos de su titular; la impronta, resultado de la operación de sellar, es la huella dejada por la matriz sobre un soporte maleable.
Sello es toda pieza de metal, cera, lacre, papel o materia equivalente que lleva estampadas figuras o signos.
ETIMOLOGIA
La palabra «sigilografía», etimológicamente procede de un vocablo grecolatino, compuesto de dos términos, uno latino: sigillum (sello) y otro griego: γραφή (descripción, doctrina, ciencia). Al latinizarse, mediante el sufijo «ia», el vocablo griego γραφή se mudó a «graphia» y luego a «grafía»,
Esfragística
Esta disciplina recibe también el nombre de «esfragistica», del griego: σφραγίς (sello) o como la denominó Heumann (a. 1745): «ars sphragistica», término menos amplio que el anterior y aplicable, fundamentalmente, al aspecto técnico-artístico e histórico de los mismos, mientras que la Sigilografía, sin olvidar la técnica artística y materialidad del sello, se fija más en la importancia intrínseca, es decir, en el elevado valor crítico (histórico, jurídico, diplomático) del sello en cuanto parte o elemento integrante y, a la vez, garantía de la documentación.
A las escuelas austríaco-alemanas de los siglos xviii y xix se debe, principalmente, la denominación de «esfragística», entendiendo por tal el arte o técnica del sello, ya que hasta entonces éste había sido estudiado preferentemente en su aspecto técnico y factura material, en alguna de estas facetas: histórico-artística, costumbrista, genealógica, heráldica o cultural.
La Esfragística antigua es menos amplia y de significado más reducido que el de la Sigilografía en sentido moderno, ya que tal disciplina, como decíamos anteriormente, sin olvidar la materialidad (factura y técnica del sello) y demás aspectos en él reflejados (artísticos, costumbristas, histórico-culturales, genealógicos), estudia y se fija, principalmente, en la importancia intrínseca y valor crítico del sello, sea de orden histórico, jurídico o diplomático.
DEFINICIONES
De su misma definición se desprende que lo principal en el sello son las figuras y signos que ostenta, los cuales siempre han de corresponderse con las estructuras políticas subyacentes, ideas, costumbres y progreso artístico de la época en que se trazaron. Su época más prolífica coincide con la Edad Media.
En el diccionario de la Real Academia Española podemos encontrar una breve pero correcta definición, ajustada a la etimología de la palabra, para la sigilografía, que se describe como el "estudio de los sellos empleados para autorizar documentos, cerrar pliegos, etc.",3 la cual sólo difiere ligeramente de la definición dada por el Comité de Sigillographie, en la cual se trata de dar una perspectiva histórica para alejarla de su posición como ciencia auxiliar, para ello se la define como "la disciplina histórica que tiene por objeto el estudio de los sellos bajo todos sus aspectos y cualquiera que sea su época".
Papirología es el estudio de literatura, correspondencia, archivos legales, etc. de documentos antiguos preservados en papiro, pergamino u otros con los cuales son los soportes de escritura más comunes en las antiguas civilizaciones de Egipto, Grecia y la antigua Roma. Papiro es el nombre con el cual se designa al soporte de escritura que se elabora justamente a partir de la planta acuática homónima (Cyperus papyrus) y que es muy común en el río Nilo, en Egipto y en algunos otros lugares de la cuenca mediterránea. El papiro fue el soporte por excelencia de los manuscritos en la antigüedad y sería el antecedente del moderno papel. La elaboración del soporte escritorio (en formato rollo) a partir de los tallos de la planta fue descrita por Plinio. Posteriormente, el formato códice fue sustituyendo al rollo hasta caer en desuso este último.
La papirología incluye la transcripción, traducción e interpretación de los documentos en diferentes idiomas (griego, latín, copto, etc.), así como la restauración y la preservación de los papiros originales.
Nacida en sus inicios como ciencia auxiliar de la historia y la filología, la papirología se dedica al estudio de los textos documentales o literarios transmitidos por los papiros; el clima de Egipto conservó los papiros hasta su hallazgo arqueológico. Papiros de otras regiones solo se han encontrado carbonizados, como, por ejemplo, los de Herculano, Derveni o Petra.
La papirología como disciplina data del los años 1890, cuando una gran cantidad de papiros bien preservados fueron descubiertos por arqueólogos en diferentes localidades del Egipto greco-romano, como Arsinoe u Oxirrinco. Entre los primeros grandes cultivadores de la disciplina deben citarse Frederic George Kenyon, Ulrich Wilcken, Bernard Pyne Grenfell, Arthur Surridge Hunt, Wilhelm Schubart, Girolamo Vitelli y Friedrich Presigke. Los centros más importantes de estudio de papirología se encuentran en la Universidad de Oxford, Universidad de Columbia, Universidad de Heidelberg, entre otras. Las principales colecciones se hallan en Ann Arbor, Berlín, Florencia, Oxford y Viena.
¿COMO SE ELABORA?
El proceso de elaboración consistía en mantener en remojo entre una y dos semanas el tallo de la planta de papiro, luego se la cortaba en finísimas láminas y se las prensaba con rodillo para de esta manera eliminar parte de la savia y de otras sustancias líquidas, tras ello, se colocaban las láminas horizontal y verticalmente y eran nuevamente prensadas para que en este caso la savia actuase como adhesivo y el toque final se lo daba con una pieza de marfil durante varios días y luego ya estaba listo para ser usado como soporte de escritura.
La escritura se llevaba a cabo únicamente en la cara que tenía dispuestas las tiras horizontales, del otro lado, el reverso, casi no se escribía. En tanto, al tratarse de un producto tan costoso lo que se hacía muchas veces cuando no era de interés lo que estaba escrito en él, era borrarlo para así reutilizarlo.
Entonces, la Papirología, se ocupa de la literatura, la correspondencia, los archivos legales y cualquier otro tipo de documento antiguo que se encuentre escrito sobre un papiro. Pero no se limita solamente a esto sino que además incluye la traducción y la interpretación de los mencionados escritos y su preservación por los siglos de los siglos.
La sistematización como disciplina formal se remonta a finales del siglo XIX, cuando una enorme cantidad de papiros fueron descubiertos en Egipto. Los centros más importantes de la disciplina se encuentran en las Universidades de Oxford, Heidelberg y Columbia.
La paleografía por extensión estudia toda forma de escritura en cualquier lengua y en cualquier material escrito, desde el tiempo en que el hombre comenzó a fijar por medio de signos su propio pensamiento, sin embargo el término de paleografía se usa especialmente respecto al estudio de la escritura alfabética y su evolución.
Extracto de un Corán sirio del siglo XI
Es objeto de la paleografía el examen crítico y sistemático de los elementos gráficos de la escritura, forma alfabética, signos accesorios, abreviaciones, notas musicales, reconocimiento de mano, correcciones del copista o de los editores.
Extracto de un Corán egipcio del siglo IX-X.
El modo de estudio de la paleografía puede variar dependiendo de la lengua en la que se originó ya que cada lengua desarrolló una escritura alfabética y reglas gramaticales que la rijen particularmente. El lugar de origen del documento también puede afectar el modo en el que se estudien los elementos gráficos que lo componen puesto que la lengua tiende a variar dentro de un mismo país o región, especialmente en los documentos más antiguos.
La exigencia de profundizar el estudio de los manuscritos, bajo cada aspecto que pueda ser útil a la hora de conocer su valor como testimonios culturales e históricos, ha llevado a considerar con mayor atención los caracteres externos, como la cualidad de la materia escritoria, la formación de fascículos, el formato, la rigatura, la misma escritura, etc., desarrollando en el proceso una gama de ciencias o técnicas relacionadas entre sí y que se prestan obligatoria ayuda para la elaboración del propio objeto.
La primera de ellas es la codicología, a la cual, la paleografía aporta sus más valiosas luces en orden de la crítica histórica, en especial cuando se refiere a la datación y origen de manuscritos como producto de un ambiente cultural, con respecto a los textos manejados por el autor. No se puede olvidar que para este estudio crítico de la paleografía con la codicología, se incluyen abreviaturas, los errores de copias, notas marginales y miniaturas. Este conjunto de elementos son de suma importancia para que estas disciplinas puedan determinar con exactitud, el origen y el sentido de un escrito antiguo.
La paleografía acompaña a la diplomática en el auxilio de la crítica histórica, necesaria para el estudio de los documentos acusados de falsos. Se puede decir que ambas disciplinas nacieron en el mismo contexto. Junto a esta se encuentran también otras ciencias relacionadas con la paleografía, como la epigrafía, la bibliología, y la numismática, las cuales no se limitan al estudio de los caracteres gráficos de sus objetos materiales sino que examinan la autenticidad, el estilo, el formulismo y otras particularidades de los documentos sobre los que versan.
Otras ciencias como la Heráldica, la Sigilografía y la Lingüística también auxilian a la paleografía, permitiendo identificar el contexto donde se produjo el documento y la utilidad que haya tenido.
Las escrituras antiguas comenzaron a ser objeto de estudio a partir del siglo XVII, especialmente en el ambiente de disputa sobre la autenticidad de los documentos, que precisó de una mayor clasificación sistemática. Aunque si el trato científico comenzó en ese siglo, no se puede descartar que la interpretación y la descifración de las escrituras antiguas han sido de gran interés para los estudiosos de todos los tiempos.
Edad Antigua
Los historiadores grecorromanos fueron los primeros en utilizar los escritos antiguos como referencias en sus relatos, entre ellos se encuentran Tucídides, Tito Livio, Polibio y Flavio Josefo, que tienen en cuenta documentos, contratos y edictos imperiales para este cometido. Del siglo i data una obra sobre los problemas paleográficos, de Valerio Probo y su especialidad fue la recopilación de abreviaturas. Este interés por las abreviaturas continuó siendo objeto de estudio en la Edad Media. Sin embargo no se puede hablar propiamente de un estudio sistemático de los documentos antiguos, sino más bien del uso o práctica de lectura de los mismos.4
Edad Media
En la edad media también se encuentran las primeras clasificaciones de las distintas escrituras, sin ningún valor científico, solo estético. Los escritores medievales utilizaron mucho una obra llamada El Maior de Donato (siglo ix) y una nueva redacción de la misma la encontramos en el siglo xiii.
Tanto la paleografía como la diplomática recibieron grandes aportaciones en el periodo medieval, por las organizaciones cancillerescas, por la persecución y creación de preceptos legales contra la falsificación, el uso de los diplomas para la confección de obras históricas y el estudio de los documentos en su aspecto jurídico.7
Edad Moderna
En la Edad Moderna, con el humanismo, por caracterizarse el erudito como escrutador y crítico, se espera que aumente o se oficialice el carácter científico de estas dos disciplinas, pero surgen demasiadas polémicas entre los eruditos de la época en su desesperada búsqueda de manuscritos y su interpretación. En medio de esta polémica surge la primera condición para el carácter científico que se les dará después a estas disciplinas. Se considera a Petrarca como precursor científico de la paleografía por sus conocimientos sobre códices y documentos.
Con la creación de la imprenta se logró un gran avance en la diplomática y la paleografía, ampliando sus áreas de conocimiento; luego con el surgimiento de un afán historicista, en esta época, incluso con la polémica histórica-religiosa con respecto a la reforma protestante aumentaron las investigaciones y la crítica sobre las fuentes paleográfica-diplomática.7
Delia Pezzat indica que "La etapa decisiva para el desarrollo de ambas ciencias surge durante los siglos XVI, XVII y XVIII debido a dos largas discusiones que se conocen con el nombre de Guerras Diplomáticas y Movimiento Bolandista."8 La primera trata sobre el tema de la autenticidad, uso y lectura e interpretación de documentos que refieren derechos y títulos nobiliarios, apegado a sus inicios durante la Edad Media; la segunda fue una continuación de las Guerras Diplomáticas, tomando un carácter científico encabezado por los benedictinos quienes tomaron gran interés en la extracción de datos históricos y generales del estudio de los documentos, planteando las bases para que la paleografía se formara como ciencia.
La onomástica (del griego griego ὀνομαστικός / "onomastikós", cuya forma femenina es ὀνομαστική / "onomastikḗ", 'arte de nombrar') es una rama de la lexicografía, y según la Real Academia Española, es el estudio y catalogación de los nombres propios. También estudia el origen y procedencia de los nombres de familia o patronímicos (Ej: Guzmán, Díaz, Álvarez, etc.) o de los lugares (topónimos) que emplean los hablantes de una lengua (endónimos) o con los que los de otra lengua se refieren a los de otra (exónimos).
En la llamada península ibérica, según las fuentes clásicas (Estrabón, Heródoto, Polibio, etc), no se hablaba una única lengua sino varias: antiguo euskera, ibérico, tartesio, celtíbero y lusitano, que se sepa, con sus correspondientes dialectos; además había ciudades portuarias que eran colonias griegas y púnicas donde se hablaban o el griego, o la modalidad del fenicio llamada púnico. Durante la latinización predominaban sobre todo cuatro lenguas en las distintas culturas de Hispania: una lengua bastante homogénea a la que se denominaba ibérica, cuyos testimonios epigráficos cubren un largo territorio extendido a lo largo de la costa mediterránea desde la Andalucía oriental hasta el río Hérault en Francia, que incluía una gran parte del territorio actual de Aragón y el oeste de La Mancha. Por otra parte, otro idioma conocido solo a través de la epigrafía llamado tartesio, en el rincón del Suroeste; en tercer lugar, en toda la meseta central y en las zonas costeras del Norte y Oeste, salvo en la parte interior del golfo de Vizcaya, donde se hallaba asentado en cuarto lugar un euskera arcaico en un territorio mayor del que ocupa actualmente compartido por Francia y España, dominaba un grupo de dialectos indoeuropeos llamados celtíberos. Otra lengua, el lusitano, se daba principalmente en lo que hoy es Portugal, por el trecho del último curso y desembocadura del río Tajo. Estas culturas que se relacionaban entre sí dieron lugar a una gran diversidad dialectal y a numerosos préstamos léxicos mutuos, en especial entre el vasco y el ibero.
Desde un punto de vista fonético, el castellano comparte con el vasco y con el ibero la existencia de cinco vocales /a, e, i, o, u/, y con este rasgo se diferencia de las restantes lenguas románicas. Por lo que respecta a la morfología se piensa que sufijos como -arro (-urro, -erro) o -ieco, -ueco, -asco (que no tienen equivalente latino) deberían ser influencia del sustrato ibérico. Los encontramos en palabras como: baturro, barro, mazueco, etc.
Por último, el ibero o sus parientes se piensa que en el léxico y la toponimia española hay una descendencia. Son palabras no indoeuropeas prerromanas: arroyo, conejo, charco, galápago, garrapata, gusano, perro, silo, toca, zarza, gordo y muchas otras que no tienen una ubicación clara. Además, se encuentran numerosos topónimos de origen ibero que hoy se conservan latinizados: Acci (> Guadix), Basti (> Baza), Dertosa (> Tortosa), Gerunda (> Girona), Ilici (> Elche), este último de origen púnico. También se habla del posible origen ibero (-vasco) del apellido García (<Garseitz) o Blasco, Velásquez y Velasco (con sufijo ibérico -vasco).
ONOMASTICA EN ESPAÑA
En época prerromana
En la llamada península ibérica, según las fuentes clásicas (Estrabón, Heródoto, Polibio, etc), no se hablaba una única lengua sino varias: antiguo euskera, ibérico, tartesio, celtíbero y lusitano, que se sepa, con sus correspondientes dialectos; además había ciudades portuarias que eran colonias griegas y púnicas donde se hablaban o el griego, o la modalidad del fenicio llamada púnico. Durante la latinización predominaban sobre todo cuatro lenguas en las distintas culturas de Hispania: una lengua bastante homogénea a la que se denominaba ibérica, cuyos testimonios epigráficos cubren un largo territorio extendido a lo largo de la costa mediterránea desde la Andalucía oriental hasta el río Hérault en Francia, que incluía una gran parte del territorio actual de Aragón y el oeste de La Mancha. Por otra parte, otro idioma conocido solo a través de la epigrafía llamado tartesio, en el rincón del Suroeste; en tercer lugar, en toda la meseta central y en las zonas costeras del Norte y Oeste, salvo en la parte interior del golfo de Vizcaya, donde se hallaba asentado en cuarto lugar un euskera arcaico en un territorio mayor del que ocupa actualmente compartido por Francia y España, dominaba un grupo de dialectos indoeuropeos llamados celtíberos. Otra lengua, el lusitano, se daba principalmente en lo que hoy es Portugal, por el trecho del último curso y desembocadura del río Tajo. Estas culturas que se relacionaban entre sí dieron lugar a una gran diversidad dialectal y a numerosos préstamos léxicos mutuos, en especial entre el vasco y el ibero.
Desde un punto de vista fonético, el castellano comparte con el vasco y con el ibero la existencia de cinco vocales /a, e, i, o, u/, y con este rasgo se diferencia de las restantes lenguas románicas. Por lo que respecta a la morfología se piensa que sufijos como -arro (-urro, -erro) o -ieco, -ueco, -asco (que no tienen equivalente latino) deberían ser influencia del sustrato ibérico. Los encontramos en palabras como: baturro, barro, mazueco, etc.
Por último, el ibero o sus parientes se piensa que en el léxico y la toponimia española hay una descendencia. Son palabras no indoeuropeas prerromanas: arroyo, conejo, charco, galápago, garrapata, gusano, perro, silo, toca, zarza, gordo y muchas otras que no tienen una ubicación clara. Además, se encuentran numerosos topónimos de origen ibero que hoy se conservan latinizados: Acci (> Guadix), Basti (> Baza), Dertosa (> Tortosa), Gerunda (> Girona), Ilici (> Elche), este último de origen púnico. También se habla del posible origen ibero (-vasco) del apellido García (<Garseitz) o Blasco, Velásquez y Velasco (con sufijo ibérico -vasco).
Toponimia romana en España
Los romanos empezaron la romanización de Hispania durante el siglo III a. c., cuando la arrebataron a los cartagineses. Inculcaban el latín vulgar como lengua común además de la cultura y los valores romanos, y esta lengua fue penetrando cada vez más en las casas conforme se sucedían las generaciones. Solo resistió el euskera hasta la actualidad; del idioma celtíbero hay testimonios hasta el siglo I.
Por ello gran parte de la topónimos actuales proceden de la evolución del latín vulgar hacia sus dialectos hispánicos, las llamadas lenguas románicas de Hispania: el galaico-portugués, el astur-leonés, el castellano, el navarro-aragonés y el catalán, o de adaptaciones fónicas de topónimos prerromanos al latín vulgar, luego dividido en dialectos del latín y en lenguas románicas. Los romanos establecieron múltiples villae en Hispania en entornos rurales, y algunos de los nombres de estas villas reaparecen en los topónimos medievales. Como los romanos tendían a poner el nombre del propietario de las villas en genitivo, este nombre propio antropónimo se terminó convirtiendo en la forma toponímica en que se denominaban esas villas. Por ejemplo, Cornellana (Asturias) y Cornellá (Cataluña) fueron villas que pertenecieron a un Cornelius.
Se puede saber por los cambios en la onomástica y el desarrollo que estos han padecido durante la historia permitiendo a los investigadores crear un proceso cronológico. Paternus, nombre etimológicamente latino, tuvo una especial difusión en la península ibérica. Se conserva en la toponimia con distintas formaciones: en Valencia en su forma femenina (Paterna): en genitivo en Portugal (Paderne), con sufijo -anum en Navarra (Paternain) y fruto ya de la repoblación medieval en León y Cantabria (Villapadierna y Villapadierne).
Otra construcción preferida por los romanos fueron los baños, de los que han quedado evidentes y abundantes testimonios toponímicos, tanto en la serie alusiva a la temperatura de las aguas (Caldas, o cálidas), como a la serie alusiva al establecimiento (Baños). Y aquí también se manifiesta la diversidad de las lenguas románicas españolas, pues mientras Caldas es la forma común para cualquier dominio lingüístico (es la forma existente en Galicia, Cantabria y Cataluña), balneum ha originado en León Boñar (Balneare), en Cataluña Bañolas, en Navarra Buñuel (por influencia mozárabe), que se repite en Valencia sin diptongar (Buñol), y en Granada Albuñol (con artículo árabe incorporado).
Numismática es el estudio y coleccionismo de monedas, medallas, estampillas y papel moneda emitido por una nación con el diseño oficial del país. Cuando se trata solo de papel moneda, suele preferirse el término exclusivo notafilia. La numismática es conocida desde los tiempos del Imperio persa, aunque no puede saberse con seguridad en qué momento comenzó como fenómeno social (coleccionistas). La numismática como ciencia comienza tímidamente en el siglo XIX, época de modernización y apreciación como tales de todas las ciencias, tal y como las entendemos hoy.
Esta ciencia puede dar a conocer testimonio inestimable o de los intercambios y de la economía de los pueblos, también así como de su historia política, geográfica, religiosa, etc. Pocos monumentos arqueológicos revisten toda la importancia de los que estudian la numismática, ya que en ellos ha grabado el hombre sus ideas dominantes y por lo mismo revelan el carácter, las costumbres y las vicisitudes históricas que tales monumentos nos dejaron. Íntimamente ligadas a la numismática se encuentra la epigrafía, paleografía, simbología, iconología e historia del arte, aportando a todas ellas la numismática nociones esenciales.
ETIMOLOGIA
El término numismática deriva del latín numismatis, genitivo de numisma, variante de nomisma («moneda»)1 y latinización del griego νόμισμα (nómisma, «moneda corriente, costumbre»)2 que deriva de νομίζω (nomízō, «mantener o poseer una costumbre o unos usos, utilizar según costumbre»)3 y este a su vez de νόμος (nómos, «uso, costumbre, ley»),4 derivado en última instancia de νέμω (nemō, «dispensar, dividir, asignar, mantener»).
HISTORIA
La evolución de la numismática podría englobarse en dos grandes tipos de épocas:
a) Épocas en las que fueron utilizadas monedas no metálicas. Se producía un intercambio "natural" entre mercancías y productos codiciados para el uso y el consumo. Los pueblos típicamente artesanos y marinos emplearon igualmente, como moneda, sus productos comunes de más valor y, a veces, productos que nos parecen inverosímiles, tales como las conchas y los dientes de cetáceo, las telas, etc. Así, por ejemplo, los pueblos cazadores utilizaban las pieles como intercambio y los pueblos agricultores los productos de la tierra. Popularmente conocido como "trueque".
b) Épocas en que se utilizaron los metales como moneda. En un principio los utensilios de metal y los lingotes de oro constituyeron la "moneda" que sustituyó a los productos de cambio en las transacciones comerciales. El peso, probablemente, determinó la constitución de la primera escala de valores completa. Un paso decisivo fue la impresión o grabado de un sello oficial que garantiza y certifica el peso fijo del lingote.
La iconografía es la descripción del tema o asunto representado en las imágenes artísticas, así como de su simbología y los atributos que identifican a los personajes representados. El término está construido por las raíces griegas εἰκών (eikón, imagen) y γράφειν (grapheïn, escribir). Aunque el DRAE recoge la existencia de la palabra latina iconographĭa proveniente de la griega εἰκονογραφία, tales términos no podían tener el sentido con el que se usa por la bibliografía actual, sino otro, similar pero no idéntico: Descripción de imágenes, retratos, cuadros, estatuas o monumentos, y especialmente de los antiguos. Tratado descriptivo, o colección de imágenes o retratos.
Los matices de su diferencia conceptual con la iconología son poco precisos; y en realidad se complementan. La iconografía se ocupa del origen y desarrollo de los temas figurados que se representan en las obras de arte, mientras que la iconología descifra su significado.3
Se denomina iconografía a la ciencia que estudia el origen y la formación de las imágenes, las relaciones de las mismas con lo alegórico y lo simbólico, así como sus respectivas identificaciones por medio de los atributos que casi siempre las acompañan. Como parte de la historiografía del arte, nació en el siglo XIX, pero se desarrolló en las décadas centrales del siglo XX, vinculada estrechamente al Instituto Warburg de Londres, bajo la dirección del historiador y crítico de arte Erwin Panofsky (Studies in Iconology -"Estudios sobre iconología"-, 1939). Definía "iconografía" como "la rama de la Historia del Arte que se ocupa del contenido temático o significado de las obras de arte en cuanto algo distinto de su forma"; y estableció un "método iconológico" para ello, en tres pasos: "descripción preiconográfica" (únicamente sensorial), "análisis iconográfico" (identificación de las imágenes, historias y alegorías contenidas en la obra, pero de forma meramente descriptiva, no interpretativa) y "análisis iconológico" (donde se desarrolla la interpretación en función del contexto histórico, cultural y social -"dilucidar la significación intrínseca o contenido, que se aprehende investigando aquellos principios subyacentes que ponen de relieve la mentalidad básica de una nación, de una época, de una clase social, de una creencia religiosa o filosófica, matizada por una personalidad y condensada en una obra"-).
Los Dioses
Los dioses de la religión griega antigua fueron integrados en el panteón romano mediante su asimilación por los dioses tradicionales con los que compartían características comunes, manteniéndose los nombres latinos y los nombres griegos.
Los llamados dioses olímpicos fueron muy representados por las artes figurativas, especialmente los de la denominada tríada capitolina. El arte clásico, la cerámica griega y los mosaicos romanos fueron vehículos destacados para la narrativa visual de sus mitos, mientras que la estatuaria fue empleada de forma particular para el culto.
Zeus o Júpiter
A Zeus-Júpiter, rey de los dioses, que preside el Olimpo, se le representa como un adulto barbado (como sus hermanos Poseidón-Neptuno y Hades-Plutón, con los que se repartió el mundo). En su aspecto de Jove tonante se le representa lanzando el rayo, su principal arma, que le forjó Hefesto. Como arma defensiva, le forjó la égida con la cabeza de Medusa ( aunque también forma parte del armamento de otros dioses guerreros -especialmente Ares y Atenea-).
Su insaciable lujuria le hizo buscar todo tipo de amantes entre los mortales, y para conseguirlos se transformaba en todo tipo de animales o incluso objetos (toro -Europa-, cisne -Leda-, águila -Ganímedes-, lluvia de oro -Dánae-). La principal fuente para los artistas de época moderna fueron Las metamorfosis de Ovidio.
Hera o Juno
A Hera-Juno, reina de los dioses y diosa del matrimonio y del gobierno del hogar, se la representa como una matrona,7 con un largo cetro y una pátera. El pavo real era su atributo (los ojos que aparecen en las plumas de su cola se interpretaban como muestra de sus celos por las infidelidades de Zeus, especialmente en la vigilancia que encargó al gigante Argos Panoptes -de mil ojos, que no cerraba totalmente ni durante el sueño- sobre la ternera blanca pretendida por el rey de los dioses -Zeus mató a Argos y este se transformó en pavo real-).8 También se consagraron a Juno el halcón y el ganso, apareciendo en algunas de sus estatuas. No se sacrificaban vacas a Juno (porque durante la gigantomaquia se ocultó en Egipto transformada en este animal), sino una oveja joven o un cerdo. También se le ofrendaban el díctamo, la amapola, la granada. Sus sacerdotisas eran particularmente respetadas. En las representaciones alegóricas de los cuatro elementos, Juno representa al aire. El episodio en el que amamanta a Heracles, hijo extramatrimonial de su marido, y un chorro de leche se pierde en el cielo, es el origen.
Atenea o Minerva
Atenea-Minerva, la diosa virgen (Atenea Partenos), también llamada Palas, nacida de la cabeza de Zeus ya armada como un hoplita (con casco, escudo y lanza), tiene como símbolo la lechuza. Otorgó a los atenienses, para obtener su patronazgo, el olivo (surgido de su lanza, en competencia con Poseidón, de cuyo tridente surgió el caballo).
Afrodita o Venus
Afrodita-Venus, la diosa de la belleza y el amor, nació la espuma del mar (en el episodio en que Cronos-Saturno -el tiempo- cortó los testículos de su padre Urano -el cielo-) y sobre la concha de una venera llegó a las costas de Chipre. Fue la vencedora del juicio de Paris, llevándose la manzana dorada de Discordia que también pretendían Juno y Atenea (para lo que tuvieron que desnudarse -en el trance de desnudarse o vestirse se la representa muy a menudo-). Zeus la casó con el más feo de los dioses (Hefaistos-Vulcano, al que debía la forja de sus rayos), pero tuvo amores ilícitos con Ares-Marte (la guerra) de los que nació Eros-Cupido. Entre sus atributos están muchos animales (la cabra, la tortuga, la liebre, el delfín, y especialmente aves -la paloma, la golondrina, el cisne, el gorrión-), las flores, árboles y frutos (especialmente la manzana, la rosa, el mirto, el orégano, el espárrago -en general los olorosos o de forma peculiar, a los que se atribuyen virtudes afrodisíacas, también se le consagraban bosques y jardines-), el lapislázuli, el ceñidor (o cinturón de Afrodita) y el espejo. Se distingue su aspecto de Afrodita Urania ("celestial" o espiritual, que representaba el amor puro -de cuerpo y alma-, para la que no se usaban las libaciones de vino) del de Afrodita Pandemos (la "de todos", que representaba el amor carnal, lujurioso).9 Esa dicotomía se reinterpretó en la civilización cristiana (Amor sacro y amor profano -significativamente, desnuda en el sacro y vestida en el profano-). Comparte muchas características y atributos de otras diosas del ámbito mediterráneo (todas ellas identificadas con el planeta Venus), como Astarté-Ishtar.
Poseidón o Neptuno
Poseidón-Neptuno tiene como atributo el tridente (instrumento de pesca que usa para remover el mar -tempestades- o la tierra -terremotos-) y el caballo (los que tiraban de su carro cabalgaban sobre el mar o en las profundidades (donde vive en su palacio submarino), por lo que se les representa como hipocampos -mitad caballo, mitad pez- o incluso como caballito de mar). También está asociado a cualquier animal marino (como los delfines) y a algunos terrestres, como los toros.
Hades o Plutón
A Hades-Plutón, el soberano de los muertos del inframundo, se le representa muy a menudo entronizado, o en un carro de caballos negros y riendas doradas, junto a la diosa que raptó para convertir en su esposa: Perséfone-Proserpina. La relación de ésta con su madre, Deméter-Ceres; y mitos paralelos de descenso a los infiernos (Nekyia), como el de Orfeo y Eurídice, son también muy reflejados en el arte y la literatura, pues ilustran el tópico de lo invencible del amor. Hades es habitualmente representado con el rostro oscurecido o velado (el "casco de Hades" que le hace invisible), con una cornucopia o con corona de oro, un cetro o una lanza de dos puntas. Un atributo suyo es la llave, como símbolo de su custodia del mundo de los muertos, del que no permite a nadie volver.
Ares o Marte
Ares-Marte, dios de la guerra, fue poco representado en Grecia (asociado a perros y buitres, a la antorcha y a las armas) y más en Roma (donde su atributo era el casco encrestado). Su arma principal es la lanza (su asociado sabino era Quirino -de quiris, "lanza"-).
Apolo o Febo
Apolo-Febo, el dios luminoso de la profecía, las artes y la salud (aunque sus flechas causan la peste), es representado como un joven en la plenitud de su vigor, pero imberbe. Los kuroi arcaicos son representaciones indistinguibles de Apolo o un vencedor de los juegos olímpicos. Su cabeza se rodea de un nimbo que simboliza al sol, y como atributos lleva la lira o cítara (de la que era consumado intérprete -competencia con el flautista Marsias-) y el laurel (planta en la que se convirtió su amada Dafne). Se asocia a las musas. Identificado con Helios, es también el dios del sol, y su carro tirado por caballos alados representa su trayectoria por el cielo.
Dionisos o Baco
Dionisos-Baco, el dios del vino, es representado como un joven andrógino, indolente y entregado a los placeres (en muy raras ocasiones -como el Dionisos pseudo-Sardanápalo- se representa con barba). Se le asocia a la vid y la hiedra (que adornan su tirso -un cetro o bastón fálico rematado por una piña-), y a animales como la pantera o leopardo (que tiraba de su carro), la serpiente y el toro. Se le asocia a las divinidades menores de los bosques, como los sátiros y las ninfas. Su kántharos no podía ser vaciado por más que se bebiera de él. En la interpretación moderna de los dos extremos que caracterizan a la cultura clásica, Dionisos es el reverso de Apolo (lo dionisíaco frente a lo apolíneo). En Roma terminó por asociarse también a Liber, dios plebeyo. Al asociarse a ritos de muerte y la resurrección, aparece a menudo en los sarcófagos.
Hermes o Mercurio
Hermes-Mercurio, dios de los viajeros, comerciantes y ladrones (categorías poco diferenciadas en la Antigüedad), tiene como símbolos iconográficos el caduceo (vara en la que se enroscan dos serpientes), el petasos (sombrero de viaje) y talaria (sandalias aladas).
Artemisa o Diana
Artemisa-Diana, diosa de la caza y los bosques (Potnia Theron -"señora de las bestias"-), armada con arco y flechas, suele representarse ataviada con un vestido corto y botas y acompañada de perros. Se asociaba a la virginidad, a los partos y a las enfermedades femeninas. Se le consagraban el ciervo y el ciprés. Se identificaba también con Cibeles (una diosa madre procedente de Frigia) y con Selene (la diosa lunar -por lo que se la representaba con una corona en forma de creciente lunar-).
La heráldica es la ciencia del blasón. Según la RAE, blasón se define como el «arte de explicar y describir los escudos de armas de cada linaje, ciudad o persona». Es también un campo de expresión artística, un elemento del derecho medieval y de las dinastías reales hasta nuestros días. Más recientemente, ha sido admitida dentro de las ciencias anexas de la historia junto con la diplomática, la falerística, la sigilografía y la vexilología.
Se desarrolló durante la Edad Media en toda Europa hasta convertirse en un código coherente de identificación de personas, progresivamente incorporado por estamentos de la sociedad feudal como la nobleza y la Iglesia católica para la identificación de linajes y miembros de la jerarquía, siendo igualmente adoptado por otros colectivos humanos, como gremios y asociaciones, además de ser adoptado para la identificación de ciudades, villas y territorios. Lo equivalente en la cultura japonesa es el Kamon.
DEFINICIONES
Blasón es una palabra de origen oscuro, puede ser que venga de alguna lengua franconia de la palabra blâsjan (antorcha encendida, gloria), o más probablemente del latín blasus significando ‘arma de guerra’.3 “Blasonar” significa describir las armerías siguiendo las reglas de la ciencia heráldica. En un estricto sentido, el blasón es, entonces, un enunciado que puede ser oral o escrito. Es la descripción de las armerías hecha en un lenguaje técnico, el lenguaje heráldico. El blasonamiento es la acción que consiste en describir las armerías (y por tanto de enunciar el blasón que representa). La ciencia del blasón es muy antigua, se funda menos de un siglo después que se estableciera el uso de armerías en la Edad Media. En esgrima, los blasones (amarillo, rojo, azul...) son exámenes que permiten probar un nivel de técnica adquirida, de arbitrar o de participar en ciertas competencias. Algunos son distribuidos igualmente después de una victoria. Se expresan en una pieza de tela (cuyo color cambia siguiendo el nivel) en el codo o añadida al hombro desarmado.
Arma, escudo, blasón y armerías
Las definiciones siguientes son precisas, aunque está lejos de reflejar su uso real. En la práctica los términos “blasón”, “armas”, “escudo” y “armerías” funcionan como sinónimos y son intercambiables, tanto en las obras comunes como en las de los estudiosos de la heráldica.
Las armas son emblemas pintados en un escudo que deben poder ser descritas en la lengua del blasón, y que designan a alguien o a algo. Tienen el mismo rol que una marca, logotipo o nombre propio: son la manera heráldica de identificar, representar o evocar una persona, física o moral (casa o familia, ciudad, corporación...). Las armas son consideradas generalmente como la propiedad (intelectual) de esta persona, que es el titular.
El escudo es el elemento central y principal de las armerías, es el soporte privilegiado sobre el que se representan las armas. Sin embargo, diversas armas pueden ser representadas en un mismo escudo, sin necesariamente representar a una sola persona: puede ser la unión de dos armas representando un matrimonio o la superposición de numerosas armas. Un escudo representa entonces unas armas o una alianza de armas. En todos los casos, el escudo delimita gráficamente el sujeto del que habla la composición y es suficiente para identificar las armas o una alianza.
Las armerías (siempre en plural) son aquellas que están representadas gráficamente sobre un objeto armado (ejemplo: el escudo). Las armerías comprenden el conjunto de la panoplia formada por el escudo, que designa al sujeto, y sus eventuales ornamentos exteriores (soporte, corona, collar de orden...), que dicen algo sobre el sujeto. Algunos ornamentos exteriores (cimeras, tenantes) forman parte de las armas (y están asociadas sistemáticamente), algunos son arbitrarios o fantásticos (lambrequines, símbolos alegóricos o votivos), pero la mayor parte son la representación heráldica de títulos, de cargos o de dignidades: son atribuidos oficialmente y pueden variar según el estado del titular en un momento dado.
Blasonar significa describir las armerías. El blasón es el resultado de hacerlo: es la descripción (en términos heráldicos) de todo lo que es significativo en las armerías, y más específicamente en el escudo. La correspondencia entre un blasón y su representación es el eje de la heráldica: la descripción de un blasón debe permitir representar correctamente las armerías y la lectura correcta de las armerías debe conducir a un blasón que rinda cuentas sobre sus rasgos significativos. Dos representaciones (o armerías) son equivalentes si responden al mismo blasón, son por tanto las mismas armas, aunque puede haber muchas maneras equivalentes de blasonar las armas.